Después de unos años Amir se convertiría en Qadi o juez, para ejercer en El Cairo, ayudaría a conformar la jurisprudencia Islámica que se aplicaría durante el resto que duraría el Imperio Otomano. En lo espiritual, ayudaría a consolidar la Orden Mevlevi en Egipto y parte de Libia, siendo Murshid en la Tekke del Cairo.
Selim, se convertiría en Bendir Baba, uno de los músicos mas prestigiados del Imperio, en repetidas ocasiones dirigió la orquesta Imperial y compuso un sinnúmero de obras que serían usadas tanto por el pueblo como por músicos cultos. Además musicalizó cualquier cantidad de poemas de Hadrat Yalal Al Din Rumi.
A pesar de las distancias los amigos se reunían una vez al año, si no era en un Jay, seguramente en el Urs o aniversario del nacimiento del Pir Yalal Al Din.
Jaidar terminó como jefe de ingenieros con el arquitecto Sinan, participó en la remodelación de la tumba del Profeta Mujammad, así como en la ampliación de la mezquita de la Kaba en Meca. Durante sus primeros años sin embargo participó como ingeniero de campaña. Durante la batalla de Szigetvar en 1566, el Capitán Ingeniero de Campaña Jaidar Herati al Mevlevi, cargó el estandarte de Ali, en la última batalla que pelearía Suleyman. Los ejércitos del Islam tomarían el fuerte a un alto precio, la muerte del Gran Sultán. En cuanto a la Orden Jaidar construyó varias dergas y cementerios Mevlevi en los Balcanes. Fue la única persona que combatió sirviendo a dos Imperios Islámicos, al otomano y al safavi. Contrajo matrimonio con Karima y la llevó a vivir a Estambul, donde casi nunca estaba, el trabajo de ingeniero está para no atender a la familia con propiedad.
Finalmente el Chiismo de los 12 se apoderó de Azerbaiján y de Ardabil, en la mayoría de los casos el Sunismo en esos territorios fue borrado. En cambio en Herat el temor de una invasión de los tártaros Suni, obligó a una política de tolerancia religiosa que hizo perdurar el Sunismo.
Años después Jaidar visitaría Ardabil, totalmente convertida al Chiismo, turbantes blancos y negros sobre túnicas de color café, nadie para preguntar por el pasado. Sin recordar muy bien el camino, se acercó hacia la derga, aquella casa blanca, en la que lo habían abandonado los qalandari, ahí donde hizo sus retiros y completó su entrenamiento. A donde su sueño lo había llevado, al lugar donde se convertiría en lo que era un derviche, un hombre completo lleno de satisfacciones.
La derga no era más que una ruina, quedaban las paredes del Sama Jane, sin techo, el piso de madera había dejado de existir. Unos palos era lo que quedaba de las cámaras de retiro. No cabe duda las cosas son pasajeras y sirven para un propósito. Todo tiene un propósito, la vida, las obras, las religiones, pero sin duda al cumplir ese propósito morirán a manos del tiempo. La derga sirvió para algo y eso dejó de existir. El año en que fue abandonada es un misterio, esto no tendría importancia si no fuera por algo, la turbe había sido reducida a una piedra con una inscripción estilo otomana, junto a otras, una de ellas la del Chelebi Mujib. Dos cosas pudieron ocurrir, que falleció fuera del Ardabil y luego lo trajeron o que duró varios años resistiendo el embate del Chiismo.
Al ir abandonando las tumbas Jaidar se dirigió al camino que alguna vez lo trajo desde Herat, ahí volvería para ver a sus hermanos, sin embargo se encontró con una sorpresa, el gulistán, el jardín de rosas, estaba intacto, lleno de flores, con un gran árbol en el centro, un árbol que el y sus amigos junto con Ibrajim Baba sembraron, enorme, como una marca del amor de sus jardineros, el amor por Allah, la inocencia y la candidez que solo la juventud propone. El jardín seguía en pie como testigo de cientos de ceremonias del Sama, cientos de oraciones, lecturas, cada pétalo un testigo de la remembranza eterna por Él el Ju trascendente que sostiene el universo. Como lo hubiese dicho Sadi.